jueves, 4 de febrero de 2010

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Ha sido después de esa clase de las matrices de Gauss
debajo el cielo colonizado por el ojo de Brahe que he tenido la revelación conspicua:
no hay nada mas digno que el polvo.
particŭlas infinitas adormecidas sobre el techo, el pecho, el escritorio, mis defectos;
ejercito de me[re]cedoras canicas del viajar estatico,
las poseedoras de mi sol[edad]
de mi propiedad
de mi subversión interna.

Solo el polvo sabe mi costumbre de hacer mariposas con pétalos de rosa y acomodarlas en un cajón,
la mugre conoce hasta la saciedad las infinitas minas partidas que arrojo como misiles luego de escribir y acomodar las letras inserviblemente,
etéreas partículas de sol sucio se esparcen por el suelo, entre los dedos de los pies, el frio y la falta de una ventana con vidrio.

Necesita uno mas que eso para saber que el polvo es el cielo precipitándose al rostro del suelo?
No.Para eso esta la muerte, para pulverizarse y besarle la frente al caelum


Del monte Helicón

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