jueves, 12 de marzo de 2009

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Podría dedicarme indefinidamente a pintar, escribir y dibujar. Vivir en una casa, de alfeizar iluminado y altillo de madera, con una cama a rayas rojas, cedro maduro y brillo inmutable.
Podría construirme un arcoiris de las esquirlas de la guerra, recoger plomos del piso, fabricarme una maleta excelsa. Sacar del mouse pad de mi pc, una guitarra nueva, volver las cabezas de los fósforos clavijas de un sonido diferente.
Invento mundos tan distantes, tan sencillos, tan perennes. Danzan ellos en perfectas colisiones, en la revolución de las curvas , en el secreto del ausente, descubro su entresijo al caminar por la calle y detenerme ante un árbol, por sus hojas que brillan, por el olor de sus sombras.
Me detengo y lo miro.
Me detengo y espero.
Voy camino arriba jalando una cuerda de lienzo.
Más nada necesito. Aquí en este punto del camino sé que el resto sobra y es desatino.
Basta con tu corazón y con el mío, y el abanico de sueños que en mi lienzo pinto.

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